sábado, 30 de mayo de 2009

ECOLOGÍA Y TEOLOGÍA (INICIO)

POR: ALVARO HERNÁN RINCÓN FRESNEDA
TEOLOGÍA FUNLAM

Todos hablan hoy de Ecología. Pero, ¿de cuál línea de la Ecología? La Ecología técnica sólo le lima los dientes al lobo. La Ecología política no pone en tela de juicio el "desarrollo". La Ecología ética se centra en la compasión universal. La Ecología holística es una visión más total.

Leonardo Boff

A grandes rasgos, se puede percibir como la ecología ha ido cobrando una importancia cada vez más relevante no solo en las distintas ramas del conocimiento, sino también en la Teología, ya que como ciencia ligada a Dios de manera plena y a la vez en comunión con el hombre, plenitud de la obra creadora, no podemos dejar de lado que el mundo, en el cual este habita se enfrenta actualmente a un gran peligro como consecuencia de sus propios actos.

Ahora bien, la ecología, lamentablemente ha sido clasificada de acuerdo a diversos aspectos, que en vez de beneficiar al planeta, se han dedicado a litigar entre sí, de acuerdo a conveniencias de orden económico, social, político, e incluso religioso.

Hago aquí un paréntesis para citar unas palabras del Dr. José Ramón Amor Pan, Profesor de la Universidad Rey Juan Carlos e Instituto Compostelano de Ciencias Religiosas España, respecto del pensamiento del P. Bernhard Häring:

Querer un mundo saludable, donde se garantice y promueva no sólo la supervivencia física sino la calidad de vida de todo hombre y mujer, es una responsabilidad compartida por todos los seres humanos, en la que los creyentes no tienen ningún título de superioridad, no saben más que los otros, no tienen todas las respuestas, sino que la fe tan sólo otorga mayores motivos para seguir confiando en el hombre y seguir luchando por su promoción, nada más pero tampoco nada menos. transmitirlo a una humanidad deseosa de conocer el misterio de la
vida y de tener la sabiduría ética necesaria para humanizar todo ese admirable progreso.




Por tanto, siempre debemos tener presente que si la Teología se aventura cada vez más a aportar de manera constructiva en cuanto a la ecología se refiere, debe hacerlo en clave de aportar al hombre y a la sociedad de hoy, a al luz de la fe, respuestas adecuadas que permitan no solo vivir, sino vivir bien.




Esto es apenas un abrebocas, pronto encontrarán mayor información al respecto.




Agradecimiento a:






LA CUESTIÓN JOÁNICA

POR: ALVARO HERNÁN RINCÓN FRESNEDA
TEOLOGÍA FUNLAM
Juan no es el único evangelio que posee textos propios, también los sinópticos ya que aparte del relato de la Pasión, los relatos comunes son: expulsión de los mercaderes del templo (lo 2,13-16), la multiplicación de los panes (6,1-13), Jesús caminando sobre las aguas (6,16-21), la unción de Betania (12,1-8) y la entrada triunfal en Jerusalén (12,12-19); a pesar del relato común, la narración de lo reviste caracteres propios. Además resalta la importancia dada a diversas cuestiones de moral práctica; el amor de Jesús a los pecadores y a los pobres (tan propio de Lucas), aparecen en lo como cosas marginales o enfocados de diversas formas. Con esto se descarta que Juan haya sido escrito como complemento a los demás evangelios, dado que él también, vivió de cerca la experiencia de vida con el Señor, plasmándola luego en el texto que nos atañe, sin que por ello, no recibiese influencias adicionales: Qumrán (cf. Jn. 1, 35) el libro del Éxodo, y una que otra relación con el judaísmo de carácter helénico propio de la Judea de la época. En cuanto a autor, después de los debates en torno a su origen, ya son pocos los que dudan del origen apostólico del texto dado que reflejan una profunda cercanía con Cristo y su vida misma. De esto ya da fe la historia misma. Basta con referirnos a san Ireneo de Lyon, (Adv. Haer. 3. 1, 1) discípulo de Policarpo de Esmirna y este a su vez, discípulo directo del apóstol Juan. Clemente de Alejandría lo reafirma al mencionar a Juan como el autor del cuarto evangelio (Canon Muratori). Aquellos que dudan de la autoría por parte del apóstol, lo hacen al malinterpretar un pasaje citado por Eusebio de Cesarea que se refiere a Papías en cuanto al autor del Apocalipsis, y la 2 y 3 carta. Más allá de las fuentes externas, el propio evangelio, se encarga en cierto modo de explicitar quien es el autor; basta con ver: (Jn. 21,24). Esta frase bien sea de Juan o sus seguidores, no puede ser rechazada. Por consiguiente, el autor es «el discípulo a quien amaba Jesús» (21,7.20). ¿Quién era éste? Tiene que ser necesariamente un apóstol, puesto que este discípulo estuvo presente en la Cena (13,23), y a ella no asistieron más que los Apóstoles (Lc 22,14).
A él también dejó Jesús encomendada su Madre (19,27). Por los-Sinópticos sabemos que Pedro, Santiago y su hermano J. forman el grupo más íntimo de Jesús (cfr. Mc 5,37; 9,2). Sólo Juan, puede ser el autor. Y por eso, precisamente, nunca aparece su nombre en la obra, sino que recurre a llamarse “el discípulo amado”. Autor judío, conocedor de las tradiciones judías, y testigo de primera mano de muchos sucesos obrados por Jesús así como de la predicación y los momentos decisivos en la vida del Señor (cf. Jn. 3,23; 4,5-6; 10,22; 11,18.54; 19,14 etc.)
En cuanto a la lengua de composición, se menciona el arameo, la mayoría lo refiere al griego koiné, pobre en vocabulario, de uso recurrente a expresiones propias del semitismo, frases repetidas (en verdad os digo, entre otras), mas allá del vocabulario, sin importar su “pobreza” es innegable su gran riqueza en hechos dramáticos, imprimidos sobre todo a los milagros, el relato de la Pasión, solo por nombrar algunos, donde la antítesis devela el gran contenido teológico que busca transmitir el evangelio a la hora de anunciar el mensaje. (cf. Jn. 1 ss.)
Al hablar de los destinatarios, se revela cuál fue la finalidad que el autor se propuso: dar mayor profundidad a la fe y a la vida de los que creen que Jesús es la Palabra salida del Padre, que ha venido al mundo a iluminar, se encarna y fija su morada entre los hombres, y luego vuelve a la Gloria del Padre, de tal manera que al ser leída la obra, se penetre por la fe, en el hecho de que Jesús es el Mesías y el Hijo de Dios, y así se alcance la salvación. Se busca conectar al creyente con Cristo, fuente de vida, por la fe en Él. No se dirige directamente a paganos, para convertirlos, sino a cristianos, con el fin de que sigan creyendo y sigan teniendo vida eterna.
Otros por el contrario, aseguran que tiene también alguna finalidad polémica contra quienes exageraban la misión de Juan el Bautista (cf. Jn. 1,6-8), contra ciertos grupos judíos (cfr. 16,1-4) o contra herejías gnóstico-docetas ya presentes en vida del apóstol (cfr. 1,14; 19,34). La verdad, la susodicha “polémica” no deja de ser solo eso.
En síntesis, más allá de todo lo planteado, no se duda de la autenticidad del escrito mismo, el texto griego se caracteriza por su seguridad, (presente también en los sinópticos y las cartas) si bien la duda sobre si el apóstol lo escribió de su puño y letra, sigue latente aun.
¿Si probablemente el texto no hubiese sido redactado por el propio apóstol, esto le resta autenticidad y canonicidad?

domingo, 10 de mayo de 2009

LA CONDICION CREADA DE HOMBRE EN EL ANTIGUO TESTAMENTO


Todo pueblo posee sus propias narraciones de índole religioso y espiritual a la hora de referirse al origen del mundo y del hombre. Solo por citar algunas, menciono por ejemplo el poema de Gilgamesh (cf. Gn. 1-3), El Huevo cósmico de los africanos, el surgimiento del hombre de la tierra, muy presente en las culturas indígenas de Mesoamérica, etc. Si algo está claro, es que incluso el mismo pueblo judío, no solo conocía algunas de estas narraciones, sino que también poseía las suyas (La creación del hombre: Ish e Isha )
En el judaísmo, para que el hombre se sintiese pleno, tenía la concepción de que Dios no solo era su creador, sino que también su fe se reflejaba en el respeto a la alianza con él, de tal manera que se pudiese contar con su compañía y guía, sobre todo a la hora de la lucha y la supervivencia. Después de las guerras y del establecimiento en la Tierra Prometida, Dios fue visto como protector y proveedor, sobre todo en la agricultura. Es decir, el judío veía a Dios, más allá de su poder y obrar, de acuerdo a las circunstancias que los rodeaban.
Ahora bien, en el Génesis, cuando se da inicio a la obra creadora, se manifiesta desde el principio que esta se encamina y apunta en función del propio hombre, no como su dueño, pro si como aquel que la va a administrar, por decirlo de algún modo, pues todo está ordenado hacia él y a su servicio, pero, vale tener claro que a pesar de que el hombre sea quien más se beneficio de la Creación, este depende de los designio de Dios quien a fin de cuentas es el autor de todo.
En el contexto cristiano, y unido a la concepción judía, creemos que el mundo, fue creado por Dios, de tal modo, que lo que existe, no estaba anteriormente, pero difiere en cuanto que para el cristiano, el centro de la creación es ahora Cristo y la Iglesia, más ya no lo es el pueblo de Israel, y además, se resalta la figura de Cristo en la Creación e incluso antes de esta (cf. Jn. 1, 1 ss.).
A la luz del Vaticano I, y del IV Concilio de Letrán, se nos muestra la creación como el origen de todo a partir de la nada, siendo esta última, la nota distintiva del obrar directo de Dios. Y que a la par del origen del universo, se dio inicio al tiempo como tal. (cf. Dz. 800. 3002).
Para Santo Tomás, el origen del mundo no significaba tajantemente el inicio del Universo a la vez. O sea, quizá ya el universo existía antes de la aparición del mundo, y en cuanto al tiempo, lo veía como un artículo relevante de fe, dando la idea, de que el hombre, depende en su totalidad, de Dios y que sin él, no pude ni siquiera – por citar un ejemplo – respirar. El hombre no es un ente manipulabe, ni apareció de la nada así como así; que su ser y su obrar se realicen plenamente de acuerdo a la obra de Dios de modo trascendente. Esto lo hace una criatura, y no, porque provenga de alguien que Dios haya hecho con sus propias “manos”.


Retomando las enseñanzas del Concilio Vaticano II, se define a la creación, no tanto en su origen, sino encaminada al futuro, a la renovación de lo ya existente, en función de Cristo y del hombre, el cual está llamado a cuidarla, renovarla y sobre todo, a defenderla.
La creación, dada por Dios al hombre, como habitante del mundo, administrador y a la vez, servidor del mismo, está dirigida a la plenitud, es por ello que se debe insistir en cuidar no solo al mundo físico, sino también, a sí mismo, como obra máxima y perfecta de Dios, por medio del cual, él se hace presente, renovando constantemente su propia obra.

Dios no destruirá al mundo, si eso ocurre: ¿de quién será la culpa?