sábado, 8 de agosto de 2009

EL ANTIGUO TESTAMENTO, UNA LITERATURA DE CRISIS

Por: Álvaro Hernán Rincón Fresneda
LICENCIATURA EN TEOLOGÍA FUNLAM

Cuando se hace énfasis en el estudio e interpretación teológica, hay que admitir que el Antiguo Testamento no es muy tenido en cuenta, cosa contraria ocurre con el Nuevo Testamento, el cual no puede negar su fuerte conexión con los escritos veterotestamentarios, de los cuales ha bebido, tal como lo atestiguan los evangelios, y algunas de las epístolas paulinas y el mismo Apocalipsis.

Hoy, cuando todos hablamos de crisis (fin, cambio, oportunidad) en todos los niveles de la sociedad, vale la pena preguntarnos si el Antiguo Testamento ha pasado o pasa actualmente por una crisis en la cual no solo es cuestionado, sino también, dejado de lado, a pesar de su gran aporte a la fe tanto de judíos, como de cristianos.

Gracias al estudio de Armin Steil, es posible catalogar y evaluar los textos veterotestamentarios desde tres perspectivas distintas: Profeta, sacerdote y mandarín, dado que mientras el primero es un intelectual, marginado que apoya a los desfavorecidos, la crisis le significa esperanza. El segundo está o ha perdido sus privilegios, se fundamenta en sus tradiciones, para él, la crisis es el retorno al pasado, el recobrar lo que fue suyo y revivir sus tradiciones. El tercero, no es utópico, ni tradicional, para él, la crisis significa constatar desde la realidad, hacer historia, dejar huella.

El antiguo testamento es fiel testigo de las distintas crisis por las cuales ha pasado el pueblo de Israel a lo largo de su historia, desde la vida en tribus hasta la implantación de la monarquía, el paso al culto de Yahvé, el encuentro con los asirios, etc., son muestras evidentes de los momentos críticos de los israelitas, ya que cada uno de ellos, representó cambio, choque, adaptación e incluso rechazo (a los asirios por ejemplo) pero si de momentos críticos y definitivos se trata, basta con mirar el exilio del pueblo de Israel a Babilonia, con el cual toda su esperanza, visión teológica y vida, sucumben abruptamente, sin que esto signifique el fin, al contrario, se convierte en la oportunidad perfecta para que por medio de la creatividad, sean capaces de redescubrir su identidad y recobrar su dignidad sin dejar de lado su esencia.

Aquí entran en juego los tres tipos de discurso de crisis ya vistos:

1. El profeta: anuncia el cambio, no hay que mirar atrás, se da paso a una nueva visión del Pueblo frente a Yahvé, el exilio es el punto de partida hacia lo nuevo, se acerca la salvación (cf. Is. 40, 55).
2. El sacerdote: ve la caída del templo y del culto como un hecho desastroso para la nación, vuelve la mirada al culto del pasado, a las tradiciones del pueblo como único remedio para recomponer la comunión entre Yahvé y el pueblo exiliado, que a pesar de todo, aun recurre al sacerdote.
3. El mandarín: el típico escriba de la corte de Israel. Es el intelectual, cercano al político, pragmático y fáctico. Dan pie a la historiografía judía, (deuteronomistas) para él, la crisis parte desde la desobediencia del pueblo a Yahvé, de ahí que la acepten tal cual es, analizarla y comprenderla sin mirar adelante ni atrás.

Vemos como las tres posturas son incompatibles entre sí, aunque cohabitan en el AT., lo cual conlleva a que en el momento en que va tomando forma el compilado de la Biblia Hebrea, los deuteronomistas y sacerdotes, a partir de un diálogo crítico, se ponen de acuerdo al no ver en la utopía, un elemento viable de juicio y respuesta dejando por tanto a la profecía un espacio no tan relevante, al menos en aquel momento. (Hubo que esperar hasta su inclusión en los Nebiim, enriquecidos después por los Ketubim, respuesta a la crisis de identidad provocada por la cultura griega) Esto hace que el Antiguo Testamento llegue a ser desde la visión del exilio, como una herramienta de reafirmación de la identidad nacional y cultural del pueblo de Israel.

El Antiguo Testamento, a partir de la experiencia plasmada en su propio ser, se convierte en un excelente paradigma dada su capacidad de coexistencia entre enfoques diferentes que en vez de chocar entre sí, han hallado un modo coherente y enfocado de cohabitación, sin que por ello automáticamente desaparezca la confrontación. Ni el pasado ni el futuro es decisivo, ni pueden dejarse de lado a la hora de hacer frente las crisis, cuando estas amenazan; solo, desde el presente, se puede abordar de forma más objetiva un papel mediador entre ambos.

En un mundo donde la relación entre disciplinas está a la orden del día, no es descabellado que el AT, entre en relación con las ciencias humanas, la historia, la política y las ciencias sociales, además, la ciencia bíblica puede jugar un papel mediador entre la sociología y la filosofía; también y dado su carácter sagrado y de fe, sirve de gran apoyo para la Teología, en especial para la exégesis bíblica, ya que desde la crisis, se puede repensar la fe, donde Cristo, con su aparición en el mundo, produjo otra crisis ,donde el AT, debe ser releído, con el fin de reasumir y transformar nuestros propios preceptos, ya que de darlos por certeros ciento por ciento, no seriamos capaces de responder a los planteamientos propuestos por una sociedad donde lo sagrado dice poco o nada.

Para concluir, así como en el Antiguo Testamento los tres modelos vistos (profeta, sacerdote y mandarín) son válidos y comparten un mismo espacio, el mundo de hoy no está exento de ellos, antes bien, al ser capaz de asumirlos e interpretar su propia realidad a partir de ellos, la crisis dejará de ser vista como algo negativo, para así dar paso a soluciones coherentes, equitativas y respetuosas, sin dejar de lado su pasado, pero con la mirada puesta en el futuro.

ARQUEOLOGÍA BÍBLICA (Antiguo Testamento)

Por: Álvaro Hernán Rincón Fresneda
LICENCIATURA EN TEOLOGÍA FUNLAM.

La arqueología israelita y la historicidad de los libros del Antiguo Testamento (1)

Si partimos de la base que sostiene que los libros del Antiguo Testamento no son históricos (Finkelstein y Asher) debemos tener en cuenta que esto no tiene por qué restarles importancia como libros sagrados más allá de que su contenido histórico no sea del todo exacto.

Las investigaciones arqueológicas dan muestra por ejemplo de que el periodo de los patriarcas, es más que todo una creación literaria, carente de soporte real en cuanto a la existencia de los mismos, sus actos y descendencia. Sumado a esto está el hecho de que su vida se basaba en comportamientos tomados de las tribus pastoriles y nómadas beduinos del próximo Oriente.

Al iniciar su trabajo, la arqueología bíblica se propuso confirmar con las excavaciones y hallazgos, que todo lo referente a la vida del pueblo de Israel y por ende a la redacción del Antiguo Testamento, se podía corroborar. Ejemplo, el hallazgo de Ur de Caldea, lugar de nacimiento de Abraham, y otros tantos lugares de Mesopotamia ubicados en la media luna fértil. No son pocos quienes afirman que a pesar de que los textos del AT, fueron redactados mucho después de ocurridos los hechos, esto no resta historicidad a los sucesos y personajes allí plasmados. El problema comenzó cuando se trató de la coincidencia de fechas y años, en determinados sucesos (descenso de Abraham a Canaán, en el 2100 a. C, según la cronología bíblica, pude en realidad referirse a cualquier otra época) otro ejemplo se refiere al uso del camello como medio de transporte, según el Génesis se usaban ya para transportar mercancía (siglo XI a. C.) cuando los registro indican en verdad que se usaron a partir del siglo VIII a. C.) Y así otros tantos ejemplos.

En cuanto al origen del Pentateuco como tal, se sitúa alrededor de los siglos VII y VI a. C., donde la genialidad de los distintos hagiógrafos, radicó en unificar las historias más antiguas, (datadas probablemente hacia el siglo IX a. C.) tales como la de los patriarcas, con las existentes en la época de su composición.

Además del Génesis, resalta por su composición y desarrollo histórico, el libro del Éxodo, donde la huida maravillosa de los israelitas, y la revelación de la Ley en el Sinaí, forman el eje conductor del texto. Por demás, hay que decir que la arqueología bíblica, se ha encargado de demostrar la superpoblación israelita en Egipto, proveniente de Canaán, o sea, por el Oriente, aproximadamente entre la edad de bronce y las últimas etapas de la edad del hierro que coincidió con la llegada de los hicsos hacia el siglo XVI a. C., vale recordar como en el Génesis se narra la llaga de la familia de Jacob a Egipto durante el mandato de su hijo José, hecho carente de datación certera. Por el contrario, el siglo XIII a. C., parece ser una fecha congruente con varios hechos relatados en el Éxodo donde se hace referencia a la condición de esclavos de los israelitas al tiempo que concuerda con la construcción de la ciudad de Pi Ramsés. A esto se le suma, la mención que se hace de un pueblo llamado Israel en Canaán, asolado por una campaña militar, en la estela de Memeptah hijo de Ramsés II, hacia el siglo XIII a. C.

En este punto, incluso se duda de la huida de un pueblo numeroso y más que haya durado 40 años vagando por el desierto, ya que incluso se ha rastreado esta zona, sin que aparezca una sola huella que haga referencia a un éxodo masivo en la época arriba mencionada, las cuales si aparecen durante los periodos helénico y bizantino.

A la luz de lo estudiado y aportado por Finkelstein y Asher, el éxodo es resultado de una mezcla de elementos históricos y geográficos de épocas diferentes, lo cual hace difícil datar y ubicar con certeza, fechas y lugares donde se desarrollaron los diversos sucesos que en él se narran. Por ejemplo, no se conoce exactamente durante el reinado de que faraón se produjo la salida de los israelitas (Ramsés, Sheshak, Necao)

Ahora bien, cuando se busca una fecha aproximada durante la cual se compuso el éxodo, se apunta hacia el siglo VII a. C., ya que el escenario de la llamada Historia de José, y su uso de nombres y personajes muy recordados por los egipcios, tales como Putifar, así, como los lugares de peregrinación israelíes como: Qadesh Barnea, Gheber, entre otros. Aquí vale recordar que ya desde antes de esta posible fecha de composición, hay trozos de una Historia del Éxodo que aparecen por la época del profeta Amós y Oseas, que menciona el paso por el desierto (aprox. Siglo VIII a. C.)

Ahora bien, si vemos al libro del éxodo mas como una expresión teológica y humana de cambio y libertad de un pueblo oprimido, más que como un texto histórico científicamente hablando, no será tan difícil asimilar que muchos de los sucesos, personas, y lugares, no corresponden ciento por ciento con la realidad, fruto de la arqueología y la historia.












HECHOS DE LOS APOSTOLES: HISTORIA Y PODER.

Por: Álvaro Hernán Rincón Fresneda
LICENCIATURA EN TEOLOGÍA FUNLAM.
Análisis a los capítulos 1, 2 y 3 del Comentario a los Hechos de los Apóstoles, de Weldon Vertiel

Capítulo 1.

Más allá del papel que cumplen los evangelios y las epístolas con referencia a la iglesia, anticipándola y presuponiéndola, es aquí, donde el libro de los Hechos de los apóstoles, que recibe este nombre alrededor de la mitad del siglo II d. C., desempeña un papel que podría ser único en comparación con las demás obras que componen el Nuevo Testamento, sin olvidar el lazo que la une sobre todo al evangelio de Lucas (en cuanto a la autoría de ambos textos) y es, el de plasmar, no solo la vida de los primeros cristianos, sino que también, deja claro, aunque suene contradictorio, que no es un texto de historia eclesiástica como tal ya que no abarca en su totalidad, el quehacer ni la misión de los demás apóstoles y sus comunidades (aparte de Pedro, Santiago y Juan en los cuales se enfatiza de una forma más amplia) además, muestra el hilo conductor entre la misión de Jesús y la vida de las primeras iglesias.

Lucas, no se ha salvado de las dudas a la hora de tratar sobre su autoría en ambos textos (Lc. y Hch.) Ya que según algunos (ej. A C Clark) las diferencias de lenguaje entre ambos textos son evidentes; por el contrario, la gran mayoría defiende el papel de Lucas en la redacción de ambos libros, dado que se enfatiza en Hechos la continuación de lo ya narrado en el evangelio (Hch. 1, 1 SS.) además se le muestra como el compañero de Pablo, el médico, (cf. Hch. 16, 10-17; 20, 5-2; 21, 18; 27,1-28; 28,16) en cuanto a la fecha de su composición, hay quienes la sitúan entre los años 65 y 70 d. C., probablemente después de la muerte de Pablo y en paralelo con la redacción del evangelio de Marcos y después del de Lucas. El punto álgido, radica en por qué termina abruptamente antes de la muerte de Pablo si fue escrito después de esta.

Como texto, su principal propósito, es el de contar la historia, la historia de los primeros cristianos, sin caer en el estilo típico de las cronologías sucesorias. Pone de relieve el hecho teológico de la iglesia y la predicación apostólica, sin dedicarse a la rigidez científica y exacta de la historia misma, donde una vez más, la obra de Dios, por medio del Espíritu Santo, sobresale por completo, dando a Jesús, el lugar de Señor de Judíos y Gentiles, al romper las barreras impuestas por los judíos conversos que no veían con buenos ojos, el que los no judíos también de hiciesen cristianos.
En cuanto al destinatario, es obvio que se trataba de alguien muy importante para Lucas, probablemente se trate de un dignatario, un funcionario, converso, al cual se le suministra la segunda parte de los hechos ocurridos (cf. Lc. 1, 1. Hch. 1, 1 ss.) con respecto a Jesús y su obra, ahora que parte del mundo, la cual continúa con el envío del Espíritu Santo. (Pentecostés) no hay ruptura, antes bien, todo continúa, solo que ahora, el impulso es definitivo, y extra-judío.

Capítulo 2

Desde el comienzo de la Iglesia, más exactamente de la predicación evangélica, ha sido característico el que esté presente lo que podríamos llamar “poder” no en el sentido de cosas o hechos magnánimos, sino en el don recibido por los apóstoles a través del Espíritu Santo, presente previamente a lo largo de la vida de Jesús (Lc. 10, 17 ss. Jn. 20, 22) y después a la Iglesia (cf. Hch. 2, 1- 13) mientras que en el Antiguo Testamento, el Espíritu no estaba separado de Dios, sino que actuaba en conjunto con él, y dotando al hombre de dones varios y de vida (cf. Ez. 37, 5. Ex. 31, 3) de la misma forma como lo hemos mencionado aquí, el Espíritu nunca ha dejado de actuar e iluminar con la verdad a aquellos a quienes fueron llamados desde el comienzo (los apóstoles) dando así muestras de la presencia de Dios en y por aquellos que a través del tiempo, han transmitido y vivido el evangelio.

Por otro lado, la relación existente entre el reino y la iglesia, generó cierta confusión, ya que mientras el reino de Dios era entendido a partir de la sumisión al control de Dios (en conjunto), el concepto de iglesia hacía referencia a los mismos ciudadanos del reino, aunque ya no de un modo totalmente sumiso, sino libre y expansivo. No se entraba a la iglesia de modo obligado, sino como fruto de la predicación, el bautismo y la aceptación de Cristo como Señor y Salvador. (cf. Hch. 2, 42 - 47). Para la Iglesia, el que desde los inicios las conversiones se diesen de forma abultada, más allá de ser un hecho grandioso, no dejaba de representar un problema, dado que al aumentar el número de cristianos, no daban abasto, por decirlo de alguna forma, aquellos que junto con los apóstoles, se encargaban de la predicación y el ministerio dando lugar al surgimiento de nuevos oficios y servicios en función de la comunidad (cf. Hch. 6, 1 – 6) a esto se le suma el que al provenir del judaísmo, había quienes aun seguían aferrados a sus antiguos preceptos, provocando roces con los fieles provenientes de los gentiles. Es aquí, donde el bautismo adquiere un papel determinante a la hora de agrupar a los fieles, en torno al mensaje de Cristo en la iglesia, vista esta como la comunión de los fieles bautizados, revestidos con el poder del Espíritu Santo, lo que los llevaba a actuar de acuerdo a la fe recibida, por medio del desprendimiento de bienes, el compartirlo todo (Hch. 2, 42 ss.) dado que se esperaba la inminente vuelta de Cristo y por tanto, los bienes pasan a ser algo efímero, un estorbo. Hay que admitir que aquellos primeros cristianos lo hacían por amor. Si esto se hiciera hoy, bajo qué parámetro se haría o a cambio de qué.

Retomando lo referente al poder en la Iglesia, no está de más recordar como el obrar de los discípulos, manifestaba la presencia del Espíritu en medio de ellos reflejándose este en bien de los demás, tal como ocurrió en la curación del cojo (Hch. 3, 1 ss.) el segundo discurso de Pedro (3, 11 ss.) los demás signos obrados (5, 12 ss.) en conclusión, el poder no se limita a curar, hablar en lenguas, resucitar muertos, etc., ya que si estas obras no se hubiesen realizado por amor a los demás y como muestra de la obra de Dios, se hubiesen quedado en meros actos taumatúrgicos, no necesariamente acompañados por el poder del Espíritu. (3, 5)

Capítulo 3

Independientemente de la datación a partir de la cual se sitúa el surgimiento de la Iglesia, es desde Pentecostés, cuando esta comienza a dar sus primeros pasos como tal; como toda obra recién inaugurada, todo es bonito al comienzo, no hay problemas, todos se quieren, pero llega el momento de la dificultad, y la Iglesia no fue ajena a esta realidad. Pasado el fenómeno de las conversiones masivas, sin perder de vista el hecho de la aceptación de Jesús como Mesías por parte de los nuevos fieles, la noción del reino de Dios que sobrepasa las fronteras nacionales, ofrece una vida nueva en Cristo, donde la iglesia, desempeña el papel de agrupar a los nuevos “ciudadanos” del reino, haciéndolos vivir en medio del mundo, aquella realidad prometida para la eternidad, por medio del testimonio de vida.

El rápido crecimiento de la iglesia asustó notablemente a las autoridades judías que veían en los cristianos el peligro de una revuelta que desencadenara la ira de Roma sobre ellos, perdiendo todo lo que de parte del Imperio habían recibido, además de que las enseñanzas cristianas chocaban con el sistema religioso judío, puesto que se predicaba que Jesús estaba vivo, algo incomprensible para los sacerdotes y demás componentes de las altas esferas de poder judías que lo habían juzgado y asesinado, desencadenando esto en el arresto de Pedro y Juan (Hch. 4, 1 ss.) y la persecución de los primeros cristianos (Hch. 8, 1 ss.) entrando a jugar Saulo, posteriormente, Pablo.

Todo lo anterior muestra que la nueva comunidad de fieles no es una secta judía como muchos la definieron inicialmente, sobre todo los romanos, dado que a pesar de surgir en medio de los judíos y adorar al mismo Dios, su mensaje partía de las enseñanzas de Jesús, su vida, resurrección y envío global.

En el capítulo 11 de Hechos, ya aparece referida esta comunidad con el rótulo de “ekklesia” iglesia. El grupo de los salvados, la nueva congregación, la cual ya no se escondía para anunciar la buena nueva, sino que llena de la gracia del Espíritu enviado continuaba dando signos de poder y compañía divina (exorcismos, curaciones, etc.) atrayendo a otros, judíos y gentiles a adherirse a la fe. Todo esto, como cosa rara, continuó atrayendo rechazo, odio por parte de las autoridades que ya veían a los cristianos no solo como un grupo peligroso, sino como una gran amenaza no solo para su religión y tradiciones, sino también a nivel político, social, religioso y cultural. Las posibles represalias por parte de los judíos no amilanaron a los discípulos, en especial a Pedro, que continuaban predicando la resurrección de Jesús, su señorío, la lealtad al Señor por encima de las leyes injustas, etc. Otra muestra de la presencia de Dios en medio de la nueva comunidad, es la intervención providencial de Gamaliel, maestro de Saulo, quien sin decirlo literalmente, da a entender que Dios está con los discípulos de Jesús, y por eso invita a los judíos a actuar con prudencia a fin de no contradecir los mandatos divinos con respecto a su actuar frente a este nuevo grupo. (cf. Hch. 5, 34 ss.).

¿Hoy no pasa lo mismo?, la Iglesia nunca ha dejado de ser perseguida, otra cosa es que el método de persecución ha variado, admitiendo que es más efectivo hoy que antes.

Otro aspecto relevante, es el de la coexistencia de judíos y gentiles en la comunidad cristiana, ya que dadas sus diferencias a nivel cultural y religioso antes de abrazar la nueva fe, no era de extrañar que se presentaran roces y discusiones entre ellos, (cf. Hch. 6) en asuntos tan complejos como por ejemplo en lo referente a la distribución de la ración, lo cual, desembocó en la institución de los primeros diáconos (servidores, en griego) encargados del servicio y la administración de los bienes. Papel muy diferente al que estos ministros desempeñan hoy día.

Grosso modo, la iglesia, desde sus comienzos, acogió a todo tipo de personas, sin fijarse en colores de piel, condiciones sociales, rangos, culturas, etc. Nada puede impedir que la palabra de Dios, el mensaje de Cristo y el poder del Espíritu Santo se den a conocer siempre y cuando los fieles seamos capaces de dejarnos guiar correctamente. De lo contrario, no sirve de nada hablar de Iglesia.