sábado, 21 de mayo de 2011

ORIGEN DEL EPISCOPADO EN LA CRISTIANDAD


ANTE LAS DUDAS SOBRE EL ORIGEN Y PAPEL DEL OBISPO EN LA VIDA DE LA CRISTIANDAD, HE AQUÍ UN CUADRO, EN EL CUAL DE FORMA CONCRETA Y BREVE, EXPLICO COMO EL EPISCOPADO APARECIÓ Y SE CONSOLIDÓ DENTRO DE LOS MINISTERIOS DE LA IGLESIA.

ESPERO, LES SEA ÚTIL.








ÁLVARO HERNÁN RINCÓN FRESNEDA
TEÓLOGO.

HACIA DÓNDE VAMOS...

Por: Álvaro Hernán Rincón Fresneda.

¿Por qué el mundo está patas arriba? ¿Por qué hacemos el mal y no el bien? ¿En qué invertimos nuestros talentos?

Estas y otras tantas preguntas, surgen constantemente ante la terrible y escalofriante realidad que vivimos, donde no pasa un solo día, sin que se escuchen o presencien acontecimientos que de todas formas, atentan contra la vida y el equilibrio natural de nuestro planeta.

Amenazas de guerra, enfermedades nuevas, hambre, desastres naturales, robos, violencia urbana, y otros tantos sucesos nefastos, antes que aterrorizarnos, deben cuestionarnos sobre si esta es la vida que nos merecemos y deseamos heredar a nuestros hijos, o si tendremos el valor de modificar una realidad que cada vez y de forma más agresiva, amenaza con deshacer todo aquello por lo que deseamos seguir adelante.

Partiendo de lo anterior, es normal y a la vez triste, ver como muchas personas se limitan solo a buscar culpables, incluso hasta nosotros llegamos a hacer en ese juego, donde nadie se responsabiliza por nada. Nos sentimos cómodos y hasta descomplicados hablando de todo aquello que a diario sucede, sin ni siquiera, proponer alternativas de solución a los mismos.

Todos concordamos en decir que sí, que hay problemas, y muy graves, pero a la hora de preguntar sobre su origen, nos hacemos los desentendidos… fácil salida, pero con nefastas consecuencias ¿por qué?

Vida y libertad.

Así muchas veces, cómo es lógico, no tengamos nada que ver, al menos de forma directa con los distintos acontecimientos negativos que a diario ocurren en el mundo, nuestra responsabilidad con los mismos, no por ello es menor. Es más, con nuestra propia actitud de cinismo y falta de atención, contribuimos de forma abundante a que estos, no solo no se detengan, sino que por el contrario, continúen sucediendo, y aún, de forma más terrible.

Por ejemplo, cuando sabemos que un funcionario público está robando recursos del Estado, y nosotros sabiéndolo, nos hacemos como se dice los de la “vista gorda”, o le acolitamos el delito, también participando de él, como lamentablemente sucede en nuestro país; unos pocos se adueñan de todo o lo arruinan todo, y nosotros, en vez de denunciar, sea por temor o cinismo, lo dejamos pasar, convirtiéndonos, sin darnos cuenta, en cómplices.

Como este, hay cientos de casos que de una u otra forma, reflejan lo que a diario ocurre, muchas veces, frente a nuestros propios ojos, sin que hagamos nada, y esperando a que otros, se apresten a solucionarnos los problemas. Es por ello, que cuando peor nos encontramos, bien sea a nivel personal o comunitario, ahí sí, volvemos la mirada hacia aquello que es verdaderamente importante y que a pesar de habérsenos dado, no lo utilizamos adecuadamente; se trata de la libertad.

La Libertad entendida, no como un simple escoger, pedir, delimitar, exigir, etc., sino como la plena capacidad de determinar hacia donde debemos dirigir nuestras vidas, las guía, sin temor a equivocarnos y por ende, sin poner en riesgo la propia vida y la de los demás. Es por tanto lógico, que al volver la mirada hacia nuestros orígenes, reconozcamos, independientemente de nuestras convicciones de fe, que todo, absolutamente todo, proviene de un algo superior (Dios). Y ese algo, que nos hizo libres, también desea que vivamos de acuerdo a él y por eso, al hacernos libres, nos invita permanentemente a hacer su voluntad, voluntad reflejada en cosas tan sencillas como decir la verdad, actuar honestamente, denunciar las injusticias, vivir coherentemente buscando ser felices, a pesar de las dificultades que a diario aparecen.

Es por eso, que es ridículo afirmar que todo lo que pasa es culpa de otros y que nosotros nada tenemos que ver. No hay nada más falso que esto, ya que el solo pensarlo, permite que lo malo siga haciendo de las suyas, maniatando al bien en su correcto actuar, amenazándolo, desplazándolo, callándolo y hasta eliminándolo.

Si en verdad nos decimos hombres y mujeres, que deseamos un mundo mejor, libre de tanto mal, no podemos permitir que sigan ocurriendo tantas cosas que en vez de construir, destruyen nuestro mundo y el de los nuestros. Cualquier cosa que hagamos, por pequeña que sea, siempre hará la diferencia. Hay les dejo la inquietud.

Entonces: ¿de quién es la culpa?

Alguien decía una vez estas palabras, que además de causar risa en algunos, deben cuestionarnos seriamente sobre nuestra misión en el mundo: “errar es de humanos, pero echarle la culpa a otros, es más “humano”.

Es increíble como una simple frase, abarca una realidad cada vez más creciente en nuestras sociedades. Todo es por lo demás.

A presar que ya he mencionado este punto varias veces, no puede pasarse por alto que por culpa de nuestro desentendimiento, aparentemente respetuoso, o simplemente normal, cada vez son más los problemas que de a poco, y sin darnos cuenta, nos están destruyendo. En vez de preocuparnos por cosas verdaderamente importantes (la pobreza, el desempleo, la violencia, y muchos tantos), nos desvivimos por saber cuáles son los zapatos de moda, el bolso más fino, el lugar de veraneo más apetecido, la cantante más bonita, etc., apartando nuestra atención de aquello por lo que vale la pena trabajar.

Así, que la respuesta al interrogante del subtitulo, es una sola: todos, absolutamente todos, somos culpables de los problemas y catástrofes que a diario suceden, ya que así no las provoquemos, en el instante mismo que las ignoramos o no hacemos nada por contribuir a su solución, podemos pasar de víctimas, a victimarios. Si en verdad, queremos que las soluciones sean definitivas, participemos de ellas, no solo quejándonos, usemos nuestra razón y nuestro propio ejemplo para salir adelante. No esperemos a que los demás empiecen a actuar. Desde hoy, podemos empezar.

¿Toda solución es siempre válida?

A la hora de hablar de soluciones para los distintos problemas que nos acechan, vengan de donde vengan, y con el afán de terminar con los mismos, podemos caer en el juego de validar todo, sin importar de donde venga, negándonos de tajo la oportunidad de pensar si todo lo que se presenta como solución, sirve o no. Una cosa es arrancar un problema de raíz, otra es poner pañitos de agua tibia y otra muy distinta, e incluso peligrosa, es aceptar de todo. Ojo con este último, usado hoy con mucha frecuencia.

Definitivamente, no es lo mismo solucionar el desempleo de una ciudad, que los embarazos en adolescentes, y es por ello, que como ciudadanos, miembros de una sociedad y con plena libertad de decisión, podemos manifestar cuando algo es bueno y cuando definitivamente no. Por ejemplo: no es lo mismo solucionar la violencia en las ciudades, resocializando a los responsables de la misma y brindándoles opciones legales de desarrollo, que simplemente abarrotando más las cárceles o eliminándolos con las famosas “limpiezas” que nada bueno dejan. Tampoco es lo mismo evitar los embarazos en niñas, repartiendo preservativos a diestra y siniestra, que implementando un sistema de educación sexual digno, respetuoso y conciso.

Ejemplos y situaciones, hay por montones. Es por eso, que toda solución, venga de donde venga, debe, además de zanjar determinado problema, debe sin lugar a dudas, evitar dañar a la población. No hay sea, como ocurrió en cierta ciudad, que por dar empleo a la población (una planta de gaseosas) se terminó arruinando el ecosistema del lugar.

No dejemos que unos pocos, por más buenas intenciones que tengan, se encarguen de las soluciones, no hay sea que terminemos más adelante pagando consecuencias que pudieron haberse evitado.

Entonces: ¿qué hacer?

A partir de lo que aquí he plasmado, y partiendo a la vez, de lo que la realidad nos muestra, si en verdad deseamos dar soluciones definitivas, pero respetuosas y dignas a los distintos problemas que constantemente vemos afuera y en nuestros propios hogares, la respuesta es simple, más no fácil: LIBERTAD

Como lo mencioné al principio, no la libertad derivada de lo que yo hago, decido, pienso, sino aquella que respetando la de los demás, sea capaz de transformar la realidad, en beneficio general y por ende individual.

Es esta misma libertad, la que debe conducirnos a apoyar aquellas iniciativas que sin atentar contra nosotros, ni los demás, ni el entorno, contribuyen significativamente a mejorar nuestra calidad de vida en todos los aspectos, al tiempo que con firmeza y en unidad, oponernos radicalmente a soluciones aparentemente definitivas, pero que en el fondo, alimentan oscuros intereses.

Ojo, no todo lo bueno lo es. Ni todo lo pequeño es irrelevante. ¿Harás la diferencia? Formar y dar valor a los seres humanos por lo que son, esto es marcar la diferencia.