sábado, 24 de julio de 2010

ISRAEL Y EL EXILIO, PROFETAS Y PABLO


ISRAEL Y EL EXILIO, PROFETAS PABLO A LA LUZ DE HECHOS DE LOS APÓSTOLES.

Por: Álvaro Hernán Rincón Fresneda
Lic. Teología FUNLAM

Introducción


El pueblo de Israel, a partir de de su herencia cultural y sobre todo religiosa, ha dejado una huella tan grande que ha trascendido a lo largo de la historia, sobreponiéndose a toda clase de obstáculos que en determinados momentos pusieron en peligro su propia existencia.
Basta con solo ver y palpar por ejemplo la literatura ya desarrollada antes del exilio de los israelitas a Babilonia, para entender que desde siempre, Dios ha hablado al hombre y a la vez, actuado en su propia vida (profetas, sacerdotes, reyes, etc.) de tal forma que pese a las pruebas, la esencia del mensaje divino, jamás se perdió.


Así, de la misma forma, mucho tiempo después, al desarrollarse el libro de los Hechos de los Apóstoles, es llamativa la similitud existente entre lo vivido por el pueblo judío antes, durante y después del exilio, y la experiencia de los primeros cristianos después de Pentecostés, dando a entender que en todo momento y más allá de todo, Dios siempre está presente, eso sí, respetando la libertad humana.


Literatura Preexílica. La historia en los profetas y viceversa. Pablo, apóstol y profeta.


Es evidente, que gracias a los hallazgos arqueológicos realizados últimamente, es posible comprender que más allá de la exactitud (geográfica, histórica, estadística)1 la Palabra de Dios trasciende todos los límites que nosotros mismos hemos establecido con miras a estudiar los textos sagrados, de tal forma que el hecho de que, por decir algo, un lugar, no coincida con un suceso narrado en la Escritura, no por ello, el texto pierde valor y sentido.


En este sentido, considero por ejemplo, que si se toma en cuenta el origen mismo del Pentateuco (siglos VII – VI aC.) surgido en gran parte, gracias a partir de la tradición recopilada hasta entonces, se puede establecer que no necesariamente, la exactitud de hechos y lugares debe ser coincidente en su totalidad.


Continuando con el Pentateuco, es maravilloso observar como los sucesos de vida de los diversos personajes y pueblos que a lo largo de los libros que lo componen, van marcando de una manera definitiva toda la historia y el desarrollo mismo de los israelitas. Que en algunos casos no sea exacto lo allí descrito, tal vez, pero esto, no tiene porque trastocar la intención de la Sagrada Escritura que no es otra, que dar a conocer la Palabra de Dios, en lenguaje humano; lenguaje asumido desde el comienzo por los primeros israelitas. Estos eran pastores nómadas, algunos de ellos, pillos y ladrones de caminos, posteriormente sedentarios y trabajadores en Egipto, donde llegaron a residir (siglos XIX – XV XIV aC) ya para aquel tiempo, una organización estructurada era urgente y necesaria. Hubo de esperar hasta el siglo VII aC para hablar con propiedad de un Israel ya ordenado y establecido, teniendo en cuenta los grandes aportes hechos por David y su hijo Salomón (siglos XI – X aC) durante los cuales, se dio el paso hacia la configuración de la nación judía (Templo, legislación, culto, etc.)


A pesar del desarrollo y la estabilidad, Israel no fue capaz de resistir las diversas invasiones, que desde la de Hazael (850 aC) rey de Siria, empezaron a fragmentar el Reino de Israel, esto sumado a la división de Judá e Israel lo debilitaron considerablemente, hasta que finalmente se produce el exilio a Babilonia, donde la élite es enviada primero (597 aC)2 y después, hacia el 587, los demás habitantes de Israel que solo pudieron volver a su tierra, casi cincuenta años después.

El exilio, prueba la acción de Dios al llamar la atención sobre la desobediencia de su pueblo y la vida que este empezó a llevar, dando fe de que Israel, aunque pecó y por ello fue castigado, el Señor no dejó de lado su obrar (cf. Is. 1, 1 – 37) y es en este contexto, donde los profetas desempeñan un papel importante en medio del pueblo, a la hora de transmitir aquellas palabras propias o que el mismo Dios dirige a su pueblo, pese a la conducta que este había tomado.


El profeta, mensajero de Dios, es aquel que anuncia el cambio, busca dejar atrás el pasado pecador del pueblo, y reconciliarlo con Yahvé; también denuncia el mal y las injusticias que llevaron a los israelitas al exilio, al que ven, como el punto de partida hacia la salvación proclamada (cf. Is. 40, 55) y la restauración de la dignidad e identidad propia del pueblo elegido.


Hombres como Amós, Oseas, Isaías, Sofonías, Ezequiel, Ageo, Joel, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Baruc, Daniel, Zacarías, Malaquías, Abdías, Jonás y otros tantos, que antes, durante y después del exilio, recibieron la misión de anunciar el mensaje de Dios invitando al pueblo a la conversión (antes) a la esperanza en la salvación (durante) y a no volver al pecado (después) no son más que el vivo reflejo de la experiencia del pueblo de Israel a lo largo de casi dos siglos (siglos VIII – VI aC)
El actuar de los profetas es más que prueba suficiente para demostrar que el infinito amor que Dios siempre ha tenido por su pueblo, así este, le dé la espalda3, creyendo que con poseer bienes se es libre y reconociendo después a fuerza, que solo retornando a aquel del cual todo proviene, se es verdaderamente libre y así, la paz retornará.4 así, en verdad, toda obra que el hombre emprenda, estará impregnada por el obrar de Dios, que pese a todo, no abandona.


Pablo, profeta del Evangelio


Finalmente, la esperanza salvadora prometida a Israel, se cristalizó en Jesucristo, “Dios hecho hombre”5 enviado al igual que los profetas, a anunciar la salvación e incluso, ser ofrecido para que esta sea real por y para todos6. Así lo entendió la primera comunidad cristiana, que a través de la caridad auténtica, fruto del Espíritu Santo que ha sido dado en Pentecostés, proclamaba de boca y sobre todo, con su propia vida, que Jesús, es el Hijo de Dios, aquel por el cual la salvación vino al mundo, muerto en la cruz y resucitado.

Ese mismo Jesús, fue quien llamó “a su manera” a aquel a quien encomendaría la misión de anunciar su mensaje (El Evangelio) a aquellos que ni siquiera hacían parte del pueblo de Israel (cf. Hch. 9, 1 ss.) Es así como entra en escena Saulo, llamado después Pablo. Paradójicamente, Saulo, antes de su conversión, da su aprobación a la muerte de Esteban, a quien sin proponérselo, terminaría reemplazando en el ministerio con los gentiles, al cual dedicó todas sus energías, luchando incluso con su propia herencia.7


Aún así, y por encima de todo tipo de prejuicios, normativas, rituales y demás costumbres arraigadas en su ser, Pablo supo comprender, al igual que los profetas del Antiguo Testamento, que el amor de Dios estará siempre por encima de todos los modelos que el mismo hombre haya establecido, por más buenos que estos sean.


Con el paso del tiempo y libre ya de estas ataduras, Pablo al igual que los demás apóstoles, se lanza decididamente a predicar, incluso, en aquellos lugares donde antes era imposible pensar que podía llegar el mensaje de Jesucristo (Etiopía, Armenia, Arabia, India, Hispania, incluso, la misma Roma (cf. Hch. 28, 17 ss.). aquí, sin lugar a dudas, siento que faltó algo respecto a Pablo: ¿después de Roma, qué pasó? Dado que los datos existentes, son insuficientes y lo que se sabe de él posteriormente, se lo debemos a la Tradición.


Antes de concluir, no puedo pasar por alto que de no haber sido por la poderosa intervención del Espíritu Santo, que a través de lo descrito por Hechos, acompaña, confirma e inspira la vida y obra de la Iglesia8 todo se habría limitado a un mensaje bonito que a final de cuentas, no serviría de nada, más que para llenar bocas.


Conclusiones


• Lo narrado en los textos sagrados, la historia ya la arqueología, nos demuestra que la Palabra de Dios, inequívocamente, siempre ha acompañado la vida de los hombres, a los cuales crea, ama y sostiene, a pesar de que estos no correspondan de la misma manera.
• No puedo ver la Escritura como un mero manual de Historia o Geografía, sino como la experiencia del pueblo elegido en el comienzo, que aún, en medio de la zozobra, la muerte y el desplazamiento, supo valorar su herencia y recobrar la fe perdida en aquel que dirige sus vidas, sustentando su existencia individual y general.
• Los Hechos de los Apóstoles no puede ser visto como un manual de historia eclesiástica, verlo así sería muy pobre. Al contrario, es una invitación a redescubrir la esencia de vivir auténticamente el mensaje de Jesucristo en nuestra vida personal y eclesial. Es un libro de hoy y para siempre.
• Pablo, profeta moderno en su época, supo asimilar la misión de llevar a Cristo a los demás, así no fueran de su misma raza y costumbres. Él, es también el vivo modelo del misionero que es capaz de vencer las barreras de la diferencia, desembocando en la unidad.


Para cerrar:


1. ¿A dónde somos exiliados, sin que necesariamente lo suframos en carne propia?
2. ¿Qué exilios vivimos?
3. ¿Por qué permitimos que Dios esté ausente de la vida del mundo y más hoy?
4. ¿Actualmente hay profetas capaces de anunciar a Dios y denunciar el mal?
5. ¿Será necesario acaso un nuevo Pentecostés en la vida del mundo y porque no, de la misma Iglesia?


Bibliografía

- Biblia de Estudio, Dios Habla Hoy. Edición 2008. Sociedad Bíblica Colombiana.
- Blásquez, José María. La arqueología israelita y la historicidad de los libros del Antiguo Testamento. Boletín de la Asociación Española de Orientalistas. 2004


- Escritos de Autoría de Álvaro Hernán Rincón Fresneda:

- http://teologiaatualcance.blogspot.com
- http://www.servicato.com
- Johnson, Paul. Historia de los Judíos. Edición 2008. Editorial Zeta
- Römer, Thomas. El Antiguo Testamento, una literatura de crisis. Revue de Théologie et de Philosophie 127 (1995) 321-338
- Vertiel, Weldon. Comentario a los Hechos de los Apóstoles.


Pies de página
1. Hallazgos de Finkelstein, Asher y otros (Blásquez, José María. La arqueología… Pág. 17)
2. Johnson, Paul. Historia de los Judíos. Pág. 123
3. Cf. Os. 2, 1 ss.
4. Cf. Miq. 4, 2 – 5
5. Cf. Is. 7, 14
6. Cf. Jn. 3, 16 y Hch. 2, 14 ss.
7. Cf. Hch. 15, 5
8. Cf. Hch. 2, 1 – 13. 3, 1 ss. 9, 17.

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