domingo, 27 de marzo de 2011

¿QUÉ QUIERE DECIR QUE LOS AUTORES (LOS EVANGELISTAS) FUERON INSPIRADOS POR EL ESPÍRITU SANTO?

Antes de responder cito el siguiente aspecto: en muchísimos cuadros se representa a los escritores de la Biblia sentados, con un pergamino, pluma en mano, y escuchando al Espíritu Santo, que les está dictando lo que deben escribir y que después será Palabra de Dios.

Preguntamos: ¿están bien estos cuadros, sí o no?… Y la respuesta es al tiempo sencilla pero paradójica: pues sí, y pues no.

Son acertados, ya que expresan una gran verdad: su escrito está inspirado por Dios, que se hace responsable de él y nos lo entrega como su Palabra.

Pero se equivocan al mencionar que el Espíritu dicta, como si se tratase de un jefe hablando a una secretaria: el Espíritu Santo no dicta nada, porque el escritor discurre por su cuenta y pone lo que desea; no obstante todo lo que ha escrito ha sido bajo la acción del Espíritu Santo, que se hace responsable de toda la escritura.

Con esto, entramos en lo referente a la Inspiración.

¿Qué en tendemos por Inspiración?… Con esta palabra se quiere expresar la acción del Espíritu Santo, que movió a los evangelistas a redactar lo que el mismo Espíritu Santo les impulsaba a escribir.

Con esto, se quiere mencionar que los evangelios tienen dos autores: el hombre que lo escribió y el Espíritu Santo que invisiblemente le empujaba a hacerlo.

Pero, ¿cómo? No se puede pasar por alto lo siguiente: no es lo mismo Revelación que Inspiración. Por ejemplo:

El ángel se aparece a María y le revela que Dios se quiere encarnar en su seno. María escucha atenta, consiente, y queda convertida en la Madre de Dios.

María ha tenido una revelación, y ha acogido la palabra de Dios. Sin embargo, no ha tenido la inspiración de que ahora hablamos.

Años después, aparece Lucas, después de la Ascensión de Jesús, y se encuentra en la Iglesia de Jerusalén con la narración de aquel hecho que contó María a los apóstoles más íntimos. Y este, al redactar su Evangelio, pone por escrito lo que le han contado. Lucas ha investigado, ha discurrido, se ha cerciorado de la verdad contada por María, y se decide a escribirla con su estilo tan atildado. Escoge las palabras más apropiadas para narrar tal acontecimiento. Y así es que se tiene este único relato.

¿Qué hay en él? La Palabra de Dios que se le dio a María por una revelación conservada en la Iglesia, y ahora puesta por escrito por inspiración del Espíritu Santo, el cual movió a Lucas, sin que el mismo Lucas lo notase, a escribir según sus capacidades, lo que él mismo descubrió e investigó.

¿Quién es, por lo mismo, el autor del relato referente?

Ambos: Lucas y el Espíritu, cada cual actuando a su modo.

Y así son en general, los evangelios, las cartas y toda la Escritura.

Por medio del ejemplo tratado, vemos que no es lo mismo Inspiración que Revelación. María tuvo una revelación más no estaba inspirada, y Lucas estuvo inspirado sin recibir ninguna revelación directa.

Es así como ocurre con los Evangelios, cartas y otros escritos de la Iglesia en la época apostólica. La Revelación plena, total, vino por Jesucristo. Los apóstoles y los demás testigos narraban todo, y posteriormente los evangelistas (los mismos apóstoles o sus discípulos) recogían aquellos recuerdos y sucesos presentes en la vida y memoria de la comunidad cristiana, discurrían como Pablo sobre lo que sabían y habían aprendido, lo ponían por escrito, y ahí tenemos esa maravilla del Nuevo Testamento.

La Revelación fue de Jesucristo. La Inspiración, del Espíritu Santo. Cada quien redactaba según su propia forma. Pero el Espíritu, sin que fuese notorio directamente, impulsaba la pluma de los escritores, respondía por lo escrito y es así, que ha llegado hasta nosotros, pura del todo, la vida y obra del Señor Jesús.

Así se entiende y asimila aquella aclamación litúrgica: ¡Palabra del Señor! ¡Gloria a ti, Señor Jesús!

En conclusión:

- El autor principal es el Espíritu Santo, pero él, sin aparecer para nada, escribía, y cada hombre-autor, escribía según sus facultades, con plena libertad. No era robot. Discurría a su manera, ponía y quitaba lo que le venía bien, de modo que todo el escrito le es propio. Pero era muchísimo más propio del Espíritu Santo, el cual dirigía de tal modo al escritor, que éste no ponía nada más que aquello que quería el Espíritu Santo. Por eso la Biblia entera contiene la Palabra de Dios, porque toda ella está inspirada por él.

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