domingo, 27 de marzo de 2011

LOS EVANGELIOS SINÓPTICOS. UN ACERCAMIENTO


Y tomando la Palabra, le anunció la Buena Nueva de Jesús. (cf. Hch. 8, 26 – 40) A simple vista, es de presumirse que en el fondo, más allá del hecho mismo que se describe, lo que llama la atención, es la consecuencia derivada del mismo, es decir, que para poder lograr el objetivo, se parte de sucesos o historias precedentes. Este pequeño ejemplo, es solo uno de tantos, que a lo largo de los Evangelios Sinópticos, nos ilustran de forma objetiva, y en ocasiones, paradójica, sobre la persona y el entorno en el cual, Jesús se da a conocer y transmite por ende, el mensaje salvífico.

1. Narrativa evangélica

A la hora de acercarnos a los evangelios, es importante tener en cuenta que pese a describir los hechos más cercanos que se conocen de Jesús y su obra (principalmente los relacionados con su misión), es necesario siempre recurrir a la narrativa en todo su conjunto, dado que estos, más allá de provenir de fuentes y contextos diversos, tienen en común una característica especial: partiendo de lo que en ellos se encuentra consignado, se busca” transformar”, llevar a la conversión en quien(es) lo atiende(n), por lo tanto, se ve una clara relación entre el Kerigma y la narrativa. Como es esto: el Kerigma: anuncio del mensaje salvífico, parte inicialmente de la experiencia viva de aquellos que conocieron directamente a Jesús, la cual, con el paso de los años, a fin de preservarla lo más fiel posible, fue transcrita sobre el papel. Llegados a este punto es necesario enfatizar en que pese a que ahora el mensaje esté plasmado, no por ello pierde su ser narrativo. Lo mismo podría decirse de otras tantas obras, no por ser escritas, dejan de ser narradas y transmitidas. Constantemente, el evangelio se encuentra en una posición única: el balance entre Kerigma e Historia, permite a quien se acerque a él, descubrir modos cada vez más actuales y comprensibles de aquello que siempre Dios, quiere decir al hombre de todos los tiempos, con lo cual, se cierra la posibilidad de encasillarlo en una mera formulación teológica; así, la revelación está siempre ligada al devenir de la historia, desechando todo concepto absolutista y radical sobre Dios, de tal forma que todo razonamiento sobre el ser divino, antes que ser descabellado, se hace imprescindible. Si bien es cierto que por el evangelio se cree, también la razón puede acercarse a él, aunque eso sí, no totalmente, lo cual se refleja en las dos posiciones del lector frente a los evangelios. Ya que se puede leer observando solamente, o introducirse como un actor más en medio de lo que allí se narra.

Partiendo de lo anterior, es comprensible que así, como hay personas que se ponen de frente al texto evangélico con el fin de estudiarlo racionalmente, hay otras que lo hacen parte de su vida. Es cierto que se pueden asumir ambas posturas, lo importante en este caso, es tener claro qué se busca. Solo conocer, o vivir.

2. Sanas dificultades

Puede ocurrir que al momento de acercarnos a los evangelios, principalmente los sinópticos, dada su similitud en mucho de su contenido, nos preguntemos si en verdad, lo que allí está plasmado corresponde con la intención inicial de quienes los redactaron, en cuanto al anuncio salvífico de Cristo, o se limita, como sostienen quienes dudan de su autenticidad, a meras narraciones espectaculares que pueden rayan con el mito, desvirtuando por completo la finalidad primera.

Pues bien, los evangelios, no expresan de tajo opiniones individualistas, si bien sus autores son diversos, el mensaje que transmiten apunta en la misma dirección: el anuncio de la salvación, dada en y por Jesús. Si bien en algunos pasajes (no cito cuales, lo dejo al lector) no hay cohesión, no por ello carecen de pleno valor y relevancia. Por el contrario, reafirman que cada uno, desde la propia experiencia, da a conocer a Cristo al unísono.

Además, es necesario no olvidar que si bien los evangelios, transmiten de primera mano el mensaje, el kerigma, no lo manifiestan de tajo en todas sus líneas, dado que es, tanto quien predica, como quien atiende, los que deben descubrir constantemente como Dios, en Jesucristo, ha liberado al hombre y le ha mostrado el camino de la plena salvación aun en medio de las dificultades más extremas, donde la alegría del anuncio, es capaz de superar las barreras más férreas de la vida misma.

3. Tres versiones de una misma historia

3.1. Mateo: redactado aproximadamente entre los años 70 – 80, tiene como finalidad exponer, la vida y obra de Jesús, presentado como el Emmanuel, cuya muerte y resurrección, dan cumplimiento a la Escritura; su estilo se caracteriza por la pulcritud (a diferencia de Marcos), el orden de los sucesos y un enfoque de corte eclesiológico y escatológico.

3.2. Marcos: el primero de los evangelios del que se tiene referencia, está fechado aproximadamente en el año 65, dirigido a los conversos de origen romano. Se dedica más a reflejar los actos de la vida de Jesús, los signos que invitan a la conversión, empezando en el Jordán y concluyendo en Galilea, sin olvidar al Centurión en la cruz. Es un texto de estilo sencillo, poco pulido en el lenguaje y hasta “coloquial”

3.3. Lucas: la década del 80, es la época más probable para su composición. Se centra en afirmar que la salvación dada por Jesús es para todos los hombres, incluso los paganos y es labor de la Iglesia, dársela a conocer. En el escrito se refleja la cultura y sofisticación del lenguaje, el griego usado es elegante y pulcro, de ahí que sus destinatarios (véase Teófilo) sean conversos provenientes del paganismo griego.

Hay quienes se preguntan si tres versiones (cuatro incluyendo a Juan) son algo escandaloso o de por sí innecesario. Pues, hay que decir que ni es exagerado, ni mucho menos irrelevante, ya que entre más fuentes de conocimiento sobre Jesús y su obra haya, más se puede abordar y discernir. Ahora bien, aunque los cuatro evangelios buscan dar a conocer la vida y obra de Jesús, tratando de abordarla en los aspectos más relevantes, hay que decir que a medida que iban apareciendo, cada uno buscaba, sustituir al anterior. No se trataba de complementarlos, sino de ocupar el lugar de su predecesor, eso sí, sin desecharlos ni dejarlos en el olvido, pues se debe tener en cuenta que incluso se alimentaron entre sí, al momento de su composición, con excepción de Juan, que por poseer características diferentes, no por ello diverge de los demás en su intencionalidad.

4. Es posible…

Si bien en los comienzos de la Iglesia, además de los cuatro evangelios que hoy conocemos había gran cantidad de escritos similares, es importante destacar que pese a esta situación, fue posible discernir el por qué solo admitir los que conocemos actualmente: se partió de su origen apostólico (si bien hoy se puede decir que probablemente no fueron redactados por los autores allí mencionados, si es posible su conexión con aquellos que conocieron de primera mano a Jesús, su vida, obra y mensaje), la cohesión de su contenido, y el énfasis específico en la obra salvadora de Cristo, su uso en la gran mayoría de las comunidades surgidas de la predicación apostólica (aprox. Años 150 – 175 dC.). Fue a partir de los aspectos ya mencionados, que la Iglesia, asumió estos textos (Mateo, Marcos, Lucas, Juan) como el Evangelio que contenía, de modo más cercano y coherente, los aspectos más importantes del mensaje transmitido por Jesús, mientras que los demás, solo generaban polémicas frecuentes, por su origen, contenido y desvío de las fuentes primarias de la revelación de Cristo.

Frecuentemente entre la gente del común parece una frase que es necesario aclarar, y es que hay cuatro evangelios, como si entre ellos, se contradijeran en lo esencial. Al contrario, el evangelio es uno solo, de eso no hay duda, simplemente, son cuatro versiones, experiencias y conocimiento del único Jesús, Dios hecho hombre, salvador. Esto ya la Iglesia desde los comienzos lo reconoce ( Ireneo de Lyon, Orígenes) sobre todo teniendo en cuenta que al ser de origen diverso, no se limitan únicamente a determinado público, sino que por su propia esencia, están en capacidad de adaptarse a todo público y contexto.

5. Resistidos pese a su origen

Si bien se conocía su origen, contenido y objetivo, no todos veían los evangelios con agrado, no porque fuesen insuficientes, sino porque se daba más crédito a la tradición oral, más “de moda” entonces (siglos II – III dC.)

“Si acaso venía alguno que hubiese seguido a los presbíteros, buscaba conocer las palabras de los presbíteros, qué cosa habían dicho Andrés, o Pedro, o Felipe, o Tomás, o Santiago, o Juan, o Mateo, o cualquier otro de los discípulos del Señor; y qué cosa decían Aristión y el presbítero Juan, discípulos del Señor. Pensaba que las cosas (que provenían) de los libros no me probaban tanto como las cosas (oídas) de las voces vivas y duraderas” (Eusebio, Storia della Chiesa, trad., L. Tescaroli, Roma 1999)”

Si bien los escritos eran vistos con cierto recelo, ambas posiciones no son del todo contradictorias, dado que se complementan; ¿cómo es esto?: si bien inicialmente el mensaje se transmitió oralmente, con el paso de los años, se vio la necesidad de preservar de forma íntegra y fiel, el mensaje y la vida de Jesús, a fin de que en el futuro, este fuese dado a conocer en su totalidad. Muestra de esto es que ya en el siglo II, los Padres Apologistas, recurrían frecuentemente a los escritos para dar razón de la fe cristiana. Ejemplo: (cf. Ireneo de Lyon. A. H.: si bien todos los evangelios son citados por Ireneo como “Escrituras” (Ireneo menciona los cuatro evangelios canónicos, y no cita pasajes, él que demuestra que los conocía, y en la forma en la que nosotros los tenemos: III. 14.2 – Lc. 1,2; III. 16.2 – Mt. 1, 1-2; III. 16.3 – Mc. 1,1). Ireneo es capaz de citar los evangelios tanto literal como libremente (ej. Mt 11,27 es citado de tres modos diversos en IV. 6,1 [“... el Señor decía: ‘Ninguno conoce al Hijo sino el Padre y ninguno conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar’ ”]; 3 [“decía a los apóstoles: ‘Ninguno conoce al Padre sino el Hijo, ni al Hijo sino el Padre y aquellos a los que el Hijo lo revelará’ ”]; 7 [el Señor decía: ‘Ninguno conoce al Padre sino el Hijo, ni al Hijo sino el Padre y aquellos a los que el Hijo le revelará”]).

6. Defensa Temprana

Por esto nos fueron dados cuatro testamentos al género humano: uno antes del diluvio, en tiempos de Adán, el segundo después del diluvio, en tiempo de Noé; el tercero, que es la legislación, en tiempos de Moisés; el cuarto es aquél que renueva al hombre y recapitula en sí todas las cosas, aquel que llega mediante el Evangelio y eleva y hace volar a los hombres hacia el reino celestial.

(Ireneo de Lyon, Contra las herejías y los otros escritos, Introducción, traducción, notas a cargo de E. Bellini, Milán 1981).

Es de admirar como desde los comienzos, uno de los aspectos de fe que más se defienden, es sin lugar a dudas, la tradición “cuadriforme” del evangelio. Si bien hubo defensores anteriores a Ireneo, es importante resaltar su labor, dado que él, fue quien, partiendo incluso del Antiguo Testamento (cf. Ezequiel, las cuatro figuras), se encargó de defender, no solo la canonicidad de las cuatro versiones del evangelio, sino también, su uso en la predicación, la liturgia y la vida misma de los fieles.

Pero acaso ¿siempre estuvieron juntos? ¿Se puede asegurar que los cuatro ya formaban por decirlo de algún modo una “colección”?.

Sí y no. Si bien ya en tiempo de Justino (mediados del siglo II) ya había grupos que contenían los cuatro, había otros que solo contenían dos o tres.

Para concluir este apartado, tomo prestado el siguiente fragmento de la obra de Lászlo T. Simon, OSB. Los Evangelios Sinópticos. Pág. 41:

Podemos acercarnos al problema desde otro ángulo. Por cuanto se refiere a Justino, surge la pregunta, ¿anticipa la adopción del evangelio cuadriforme, o más bien la armonía de su alumno, Taziano? En la 1Apol 66-67 recurre al vocablo “evangelios” (en plural verosímilmente por primera vez en la historia del cristianismo); en el Dialogo 98-107 habla de la “memoria de los apóstoles”. Justino subraya su carácter de textos escritos. ¿Cuántos evangelios aceptó Justino? Tanto en la Apología, como en el Dialogo, las memorias son identificadas con los evangelios escritos. (En las memorias que hemos dicho que han sido compuestas por los apóstoles y por sus discípulos). Este paso implica que, según Justino, eran al menos cuatro (cf. TREGELLES, 1867: 16.71; STANTON, 1997: 330): dado que no hay ninguna evidencia de que Justino conociese evangelios no canónicos, podemos estar seguros de que tenía en mente a Mateo, Marcos, Lucas y Juan, ni uno más ni uno menos. La palabra “evangelio” (en singular) aparece solo dos veces: Dialogo 10,2; 100,1. En ambos casos, Justino habrá tenido en mente tradiciones escritas, A diferencia de Ireneo, Justino no se interesa ni de los autores ni de las características de los evangelios individuales. Aún más, como Ireneo, también Justino conoce al menos cuatro “memorias”, evangelios escritos, los cuales pueden ser citados juntos como “el evangelio”.

Grosso modo, el evangelio, al ser de origen apostólico, directo o no, brinda los elementos de juicio más cercanos sobre Jesús, de tal forma que al abordarlo y mejor aún, conocerlo desde cuatro perspectivas diversas, al tiempo que unidireccionales, se pueda elaborar un juicio, no solo desde la fe, sino también, desde la razón a la hora de indagar sobre la persona, que cambió la historia.

Ningún texto en el mundo, se interpreta y vive por sí mismo, ni siquiera los propios evangelios son ajenos a esta realidad. Es por eso que cada persona, sea creyente o no, al acercarse a estos, sea capaz de descubrir, más allá de lo que allí se plasma, como en la historia diaria, hay algo que transforma la vida, le da sentido y la complementa permanentemente.

Los evangelios no son libros de ayer. Son de siempre, porque constantemente nos hablan, no se limitan a fórmulas o dogmatismos cerrados. Siempre están comunicando, depende de nosotros saber interpretar qué se nos da a conocer.

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